domingo, 21 de octubre de 2007

Foto "2"

San Miguel de Allende es un pueblo verdaderamente pintoresco y justamente por ello, testigo de la presencia de los gringos en México. Su casco histórico más que fascinante, revela el intenso flujo de moradores foráneos y turistas que habitan todo el años sus angostas calles, adornadas por decreto patrimonial de la nación, con fachadas que cubren la gama de los "colores populares” mexicanos.

La convivencia me ha permitido concluir que hace algunos años, “lo mexicano” se puso de moda entre los mexicanos, hecho que obligó a los “recreadores” de la alta cultura a reapropiarse del folklore, estilizarlo y revenderlo al mejor postor. Incluso Corona, la marca de cerveza, cuya campaña (para México) lleva las tradiciones mexicanas a los más recónditos lugares bajo el claim “la cerveza mexicana del mundo”, retoma este gesto ideológico a través de una operación de reapropiación de lo mexicano, análoga a la que arquitectos, diseñadores gráficos, de moda e industriales, han usado para la elabroración de objetos decorativos típicos de los estratos altos de la población.

Antes de continuar, quisiera dejar claro que mi intención no es la de denunciar tales mecanismos como formas de dominación o de la intrusión perversa en las cadenas de producción urbano-rurales que hacen posible la exportación de una imagen homogénea de México al resto del mundo; mi intención aquí es confesarme víctima de dicho entramado de marketing cultural.

A quienes me han visitado por tiempo suficiente, los he llevado a “San Miguel” y puedo asegurar que a quienes me visiten por tiempo suficiente los llevaré, porque “San Miguel” es uno de los productos mejor acabados de la mexicanidad contemporánea. Casas coloniales vestidas de toda la línea de pinturas Comex invitan ineludiblemente a posar junto a una ventana o a todas, en mitad de la calle siempre que la calle se cierre en perspectiva detrás de ti, en la terraza de un restaurant con precios dolarizados o en la plaza, rodeado de Mariachis auténticamente desafinados.

Se comprenderá que ante tanta expresividad cultural, no es posible evadir la tentación del obturador. Así fue como tomé la foto "dos" del mosaico “vértical”. Con simplicidad anodina, la foto muestra la esquina de una casa colonial pintada con dos colores. Si la mirada decide recorrer la calle en dirección a la derecha, se encontrará con una puerta de madera, que hace bien en mantenerse cerrada. Pero si la mirada decide recorrer la arista que se levanta hacia el techo, el observador encontrará el signo de lo colonial, ladrillos despintados que atestiguan el carácter original de la construcción, además la conducirán a la cornisa del techo, apenas sugerida y también despintada. Y sobre ellos, qué podría haber distinta a un cielo azul postal.

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo voto por que la foto se publique...