miércoles, 17 de octubre de 2007

Escribir es orar

¿Rezaba en las noches antes de dormir? Si alguna vez lo hice, no lo recuerdo. En su lugar, recuerdo a mi madre acercarse y hacernos repetir lo que hoy me parece el estribillo de una canción infantil, “angel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche, ni de día”. Pasó el tiempo y la cercanía se ensanchó; sin cruzar el umbral de la puerta, veía su sombra repetir para sí misma la oración con la que ponía fin al día. En ocasiones, cuando no escuchaba sus susurros, observaba con disimulo el movimiento de su brazo derecho dibujar, una o varias veces, la señal de la cruz y si mi disimulo era insuficiente, decía, “César, es tarde, duérmete”.

Ya mayor, mi abuela pasaba algunos fines de semana en casa. Sábado y domingo, transcurrían entre síntomas imaginarios, su olvido (llegada la hora de la comida) y largas letanías oficiadas desde el sofá de la sala. Comenzaba con un murmullo que a oídos ajenos, podía parecer producto de una memoria caduca, pero progresivamente, su voz se imponía al tiempo y lo que antes parecía hermetismo, se convertía en una nítida sucesión de peticiones hecha desde la torre de una mezquita. Sus palabras resquebrajadas dejaban ver una demanda de atención conmovedora, matizada con frecuencia por la retahíla de peos, sí, peos, con los que marcaba el compás de su rezo. Más allá de la teatralidad de aquella escena, Lastenia oraba, oraba fervientemente de la misma manera que Gisela dibujaba en el aire.

La fe en las palabras, en los gestos, quedó grabada en mi memoria y quizá es esa misma fe la que persigo cada vez que me siento frente al teclado.

En Latinoamérica, la palabra no compromete, sólo forma parte de una puesta en escena que conduce a un desenlace premeditado y rezar no escapa de esta sentencia, excepto en los momentos que son nuestras palabras y no las de otros, las que se despliegan frente a la incertidumbre, pues es esta, la incertidumbre, la que descubre nuestra fe o su ausencia.

La incertidumbre desatada por las líneas no escritas, hecha ansiedad por el tiempo, no encuentra la fe desde la cual, las cuartillas escritas dejarán de ser un ejercicio de esperanza.

Marcela (la amiga) me dijo hace ya un par de años que había perdido la fe. Quizá tenga razón.

2 comentarios:

mariana dijo...

Hey!!! Felicidades por tu nuevo blog!! No sabes el gusto que me da leerte por aca (claro que siempre es un placer leerte donde sea :-p)
Besos!!!

mariana dijo...

Ah, por cierto, ya te agregué a "mis recomendaciones" :)