domingo, 21 de octubre de 2007

Foto "1"

Después de un recorrido de casi 60 kilómetros en bicicleta a través de la montaña, llegamos a nuestro destino final. Alrededor de las 3:30 de la tarde de un sábado de mediados de 2004, bajábamos por las calles empedradas de Tepoztlán despidiéndonos de algunos del grupo que decidieron obviar la comida que aguardaba por nosotros en el mercado y regresar a “México” (la ciudad).

Gaby, quien me invitó al paseo, era mi guía. Bajamos de las bicicletas y comenzamos a caminar entre la gente que paseaba por la calle tomada con motivo de quién sabe qué festividad.

Pasamos junto a un escenario cubierto con un largo toldo improvisado, el público esperaba el siguiente espectáculo y mientras lo hacían, algunos niños subían y bajaban de él con un desparpajo provocador que me invitó a tomar algunas fotos y a ellos posar con disimulo ante mi cámara. Seguimos y a los pocos metros, encontramos una de las capillas de Tepoztlán.

Una vez que se recorre México, se aprende que estas capillas (que bien podrían pasar por la catedral de Caracas) abundan, pero entonces, yo no conocía mucho más allá de los límites de la Colonia en la que vivía y las avenidas que debía atravesar para llegar a mi trabajo, por lo que las paredes avenjentadas en las que vestigios de pintura cedían su lugar a los hongos verdiazules, me sedujo. La luz no me ayudaba, tuve que recorrer la fachada varias veces en búsqueda de los rastros de luz obstaculizados por la montaña que hacía unas horas me había conducido hasta allí. Miré hacia arriba y encontré el campanario y la ahora pequeña torre, bañada de una tímida luz que me permitiría fotografiarla.

El encuadre final que atestigua la primera foto del mosaico de fotos verticales, incluye un poste de madera que antepone sus cables a la cruz que corona la cúpula y entre las nubes, en la esquina superior derecha, el cielo azul.

El diálogo entre la torre y el poste y no aquella primera vez en Tepoztlán es la historia de esta foto. Torre y poste, acompañantes silenciosos, testigos mudos de los cambios e intentos de “modernización” de Tepoztlán, hermanos de tierra y quizá hijos de la misma sangre, devotos de los mismos santos y leyendas mestizas que se posan a la fuerza sobre sus epidermis; par desapercibido ante los ojos de quienes recorren las calles de Tepoztlán en búsqueda de un poco del misticismo que impone el Tepozteco, contiene esa pequeña e íntima historia que contiene el resto de las sesenta fotos de mis mosaicos.

El diálogo entre postes y edificios unidos por obra del diseño urbanístico o su ausencia, fueron recurrentes en las fotos que tomé recién llegado a la Ciudad de México, siempre contradictoria y atrapada en el cableado aéreo que la alimenta, pero probablemente se trate de una reminiscencia de Choroní, pueblo en el que la madeja de cables cruza en todas las direcciones posibles en búsqueda de una casa sobre la cual posarse.

1 comentario:

alfr3do dijo...

En mi opinión, un gran avance sobre las entradas anteriores. Me gusta que hay una narrativa, y al haber narrativa, un tono más casual, casi cotidiano. Me gusta que cuentas una historia sencillo que no pretende ser más que eso, sin mucho trasfondo ni más allá.

Te iba a sugerir (de hecho ya te sugerí) que subieras la foto de la que hablas. Pero eso fue antes de leerlo. Ahora, prefiero dejar la imagen a mi imaginación. Estaría interesante quizás abrir una cuenta en flickr con las fotos, y después de leerlo, quien quiera, puede "descubrir" la foto con un click. Si te gusta la idea te explico cómo, es muy sencillo.